En la madrugada del 7 de septiembre de 1995, Cal Ripken Jr., el imparable torpedero de los Orioles, abandonó el clubhouse de Camden Yards. Después de chocar las manos con trabajadores del estadio, se subió a un Lincoln Town Car, dejando atrás una noche histórica que lo consagraría como el «Iron Man» del béisbol.
Hace tres décadas, Ripken revitalizó el deporte, gravemente afectado por una huelga laboral que canceló la Serie Mundial de 1994. Aquella noche en Baltimore, llena de emoción y significado, marcó un antes y un después en la historia del béisbol. Fue una historia de disciplina, compromiso y perseverancia, cualidades que también definieron a Lou Gehrig, cuyo récord de 2,130 juegos consecutivos jugados, había permanecido inamovible durante 56 años.
“Toda esa noche fue surrealista, esos momentos fueron tan brillantes y buenos, era como si te estuvieras viendo a ti mismo, sentí como una experiencia fuera del cuerpo”, comentó Ripken esta semana, días antes del 30 aniversario del juego.
Cal Ripken Jr.
El récord de Ripken, el más inquebrantable del béisbol, es aún más impresionante en la actualidad, donde el descanso de los jugadores es común para evitar lesiones. Después de que la racha de Ripken terminara voluntariamente en 2,632 juegos en 1998, la racha más larga la ostentó Miguel Tejada con 1,152 juegos consecutivos entre 2000 y 2007. La racha activa más larga, hasta el miércoles, es de 761 juegos, perteneciente al primera base de los Bravos, Matt Olson.
La temporada de 1995 de Ripken, en la que rompió el récord de Gehrig, comenzó con una serie en Kansas City. La noche anterior al Día Inaugural, Ripken participó en juegos de baloncesto, demostrando su espíritu competitivo. Durante esa temporada, se dedicó a firmar autógrafos para los fanáticos, reconociendo la necesidad de restaurar la fe en el juego tras la huelga.
“Recuerdo la huelga y la cancelación de la Serie Mundial, recuerdo el cierre patronal en el entrenamiento de primavera que acortó esa temporada [1995], recuerdo la sensación del lado feo del béisbol, y los fanáticos siempre se ven perjudicados por eso”, dijo Ripken.
Cal Ripken Jr.
El camino hacia el récord 2,131 se intensificó el domingo 3 de septiembre, durante un juego contra los Marineros de Seattle. Cuando el número en el marcador cambió a 2,128, todo el equipo de los Marineros se unió a la multitud en el estadio para aplaudir a Ripken. En el siguiente encuentro, contra los Angelinos de California, Ripken conectó tres hits, incluyendo un jonrón. La emoción era palpable.
“Estaba en el círculo de espera cuando esa pancarta cayó en la quinta entrada”, dijo el segunda base de los Angelinos, Rex Hudler.
Rex Hudler
La noche siguiente, cuando el marcador cambió a 2,130, la afición estalló en una ovación que detuvo el juego por más de cinco minutos. Después del juego, se realizó una ceremonia en el campo con regalos y presentaciones especiales.
Tres horas después del juego, Ripken se desvistió en su casillero, mientras dos asistentes empacaban su ropa para exhibirla en el Salón de la Fama del Béisbol. Salió del clubhouse a la 1:48 a.m., abrumado por la experiencia. A las 8:05 de la mañana del día 2,131, llevó a su hija de 5 años, Rachel, a su primer día de kínder, y luego tomó una siesta.
La expectación creció al enterarse de la presencia del presidente Clinton, el vicepresidente Gore y leyendas como Joe DiMaggio y Hank Aaron en el estadio esa noche. El infielder Jeff Huson, emocionado por ser titular, recordaba cómo se preparó para el juego. El hermano menor de Cal, Billy, presenció el histórico momento desde primera fila. En la cuarta entrada, Ripken conectó un jonrón, desatando la euforia.

El juego se detuvo en la quinta entrada, a las 9:20 p.m. Se tocaron canciones, se soltaron globos y todos en el bullpen de los Orioles se unieron a Ripken en el dugout. La afición celebró con un entusiasmo sin igual. Ripken abrazó a su esposa e hijos, y presentó su camiseta y gorra a sus hijos.