Pérez Revela: Jugar con Ichiro, CC Sabathia y Wagner, leyendas del béisbol

alofoke
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Criado en el seno de una leyenda del béisbol, aprendí a respetar profundamente este deporte, no solo por las estadísticas, sino por el alma que reside tras el uniforme. Mi padre, el miembro del Salón de la Fama Tony Pérez, me enseñó que la grandeza se encuentra en el carácter, el corazón y el amor incondicional por el juego.

Tuve el privilegio de aprender esta lección y vivirla junto a tres hombres que ahora ingresan al Salón de la Fama: Billy Wagner, CC Sabathia e Ichiro Suzuki.

Billy Wagner: Humildad y Entrega

En 1996, antes de que Cooperstown fuera siquiera un sueño para Billy Wagner, compartimos equipo en la Liga de Béisbol Profesional Roberto Clemente en Puerto Rico. Allí, Billy demostró ser un joven lanzador con un brazo poderoso y una intensidad silenciosa. Lo que más me impactó fue su humildad. No buscaba dominar, sino aprender y honrar el juego, con una ética de trabajo admirable.

CC Sabathia: Liderazgo y Corazón

Una década después, en 2006, coincidí con CC Sabathia en Cleveland. Ya era una figura imponente, con un talento electrizante y un liderazgo innato. Lo que más destacaba era su profundo compromiso: con el equipo, con sus compañeros y con la responsabilidad de llevar a su franquicia. CC lanzaba como si protegiera algo sagrado, recordándome a mi padre.

Un recuerdo personal y significativo: cada vez que no estaba en la alineación titular, CC se unía a mí en la bicicleta estática en el quinto inning. Eran momentos de conversación, de vida y béisbol, donde demostraba ser un compañero presente y solidario.

Ichiro Suzuki: Precisión y Disciplina

Ese mismo año, en Seattle, compartí vestuario con Ichiro Suzuki. Si Billy aportaba fuerza y CC corazón, Ichiro traía armonía. Su precisión, preparación y orgullo eran evidentes en cada movimiento. Su disciplina era excepcional, estudiando meticulosamente el juego y viviendo bajo el rigor del tiempo.

Recuerdo un momento inolvidable: en un juego contra los Tampa Bay Rays, en el que yo estaba pasando por un mal momento en el bateo. Tomé prestado uno de los bates de Ichiro. Logré conectar un hit. Aunque no estaba contento, Ichiro me devolvió el bate con una inscripción, demostrando un respeto implícito por su trabajo.

Estos tres hombres, Billy, CC e Ichiro, ahora son inmortales del béisbol. Su mayor logro no reside en Cooperstown, sino en su autenticidad, entrega y respeto por el juego y por quienes los rodean. Jugaron por amor al béisbol.

Para mí, que crecí en el vestuario de la «Máquina Roja» y cuyo padre me enseñó a honrar este juego con cada swing y cada aliento, ese es el mayor tributo que existe.

A Billy, CC e Ichiro, gracias por dejarme compartir un pedazo de su notable trayectoria. El béisbol es mejor por ustedes, y yo soy mejor por haber jugado a su lado.

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